La alegría de vivir nuestra vida nazarena con musulmanes

Taher vive desde siempre en el sur argelino, desde hace varios años en Tamanrasset con Antoine y Jean-Marie. Los hermanos viven una cercanía con muchos amigos musulmanes con quienes comparten una vida sencilla y son acogidos por lo que son.

El día del Aïd, la gran fiesta del sacrificio de Abraham, la mayoría de los hombres de Tamanrasset se encuentran al amanecer en la calle para la oración. Me gusta asistir y ver este gran gentío postrarse ante Dios. Visto desde fuera, se podría pensar que todos estos hombres tienen la misma manera de expresar y vivir su fe, pero esto no es así ni mucho menos.
Está Rachid que, después de haber degollado su cordero, le gusta acogernos en su casa para compartir las brochetas y comer el pan (parecido al pan ácimo de la Biblia) que tradicionalmente la gente del sur comen este día. Atmósfera de alegría y de convivencia que se prolonga con un buen té a la menta. Su mujer también nos saluda pero está sobre todo ocupada en la cocina.
Después de la oración llamé por teléfono a Mouloud, un amigo del norte de Argelia para felicitarle la fiesta. Me dijo que estaba conduciendo su coche y que estaba lejos de su casa. Como esto me sorprendió, me explicó lo siguiente: “¡Oh no, esta fiesta no me incumbe! Además acabo de pasar cerca de gente que estaba degollando sus corderos… ¡qué brutalidad! ¿Cómo se puede hacer una cosa así?”
Rania es una mujer joven que se ocupó durante mucho tiempo de hacer las visitas del bordj de Carlos de Foucauld cuando había peregrinos que se interesaban en conocerlo. Esto le permitió tener muchas relaciones con personas de todo el mundo que ella mantenía gracias a Internet. Cuando murió arrastrada por el desbordamiento del río, unas doscientas personas de todas partes testimoniaron de lo que ella les había aportado. A alguien que le preguntó por qué no se había hecho cristiana, viéndola como era profundamente amiga de los cristianos, contestaba que seguía el camino de Carlos de Foucauld que él también fue íntimo amigo de los musulmanes sin convertirse en musulmán. Respecto a ella, fue amiga íntima de los cristianos, pero siguió siendo musulmana.
Mohammed se proclama sin tapujos “salafista”, concretamente quiere encontrar el Islam de los orígenes. Todas las tardes sigue un curso impartido por un hombre que se formó en Arabia Saudita. Tiene una ética muy estricta lo que le hace ser bas- tante apreciado en su trabajo. Para él los musulmanes que practican la violencia no han comprendido el Corán, al que hay que saber interpretar en función de las condiciones de la revelación. Como es profesor de francés en el instituto, le gusta venir a vernos para profundizar en la lengua o sencillamente para charlar con otros creyentes.
Abdelatif fue rechazado por su mujer y sus hijos porque no era lo suficientemente buen musulmán. Para él fue un impacto tremendo del que no levantó cabeza, incluso después de haberse casado con otra mujer a la que quiere. A la vez por amor hacia ella y para salvar la paz en su hogar, volvió a la práctica de la oración, pero esto le parece una hipocresía ya que no llega a interiorizarlo. Le cuesta comprender el mundo legalista que le rodea y a veces se pregunta si esta libertad a la cual aspira no hace de él alguien anormal.
Nuestra vecina Meriem vive con su madre en una vieja casa casi en ruinas. Esto no le impide ser muy acogedora hacia otras mujeres que no saben donde alojarse, ya sean “árabes” del norte (como dicen por aquí), ya sean mujeres más o menos rechazadas por sus familias por sus malos comportamientos. Con un deseo quizás de ayudarlas a recuperarse a pesar de que esta acogida sea a veces mal vista en el barrio. Para Meriem lo que cuenta es lo humano, más que lo religioso y esto lo hace sin complejos.
El taleb Ahmed es a la vez imam de una mezquita y director de una especie de “seminario” privado, en el que numerosos jóvenes siguen una formación religiosa. Desde hace muchos años todos los lunes de Ramadán por la noche abre su mesa para el “ftour” (cena de ruptura del ayuno) y está convenido que nosotros tenemos allí nuestro sitio. A menudo es él quien sirve con su manera buenaza de hacer. Es muy simpático y dependiendo de las personas presentes, la conversación suele ser generalmente muy agradable. Contento de mostrar a sus alumnos su amistad con los cristianos y que posee los cuatro evangelios e incluso… el quinto. Después de haber tomado la leche con unos dátiles, todos se fueron a la mezquita vecina a rezar y volvieron bastante rápido para continuar la cena. Por nuestra parte, allí les esperábamos.

Khalifa estuvo casado con una francesa que tenía mucho gusto y estilo. Ninguno de ellos tenía religión. Su casa se convirtió en un lugar de encuentro para muchos de la buena sociedad. Pero he aquí que Khalifa empezó a ir por mal camino y a beber. ¿Celos? Un verano en el que su mujer se fue de vacaciones a Francia con su hijo pequeño, le escribió para decirle que no iba a volver nun- ca más. Entonces su vida cambió. Tomó dos años de excedencia para arabizarse e islamizarse. Luego su casa se convirtió en lugar de encuentro, pero muy diferente: se convirtió en un sabio, pero guardando su libertad de pensamiento y su agudo juicio. Recuerdo una de sus palabras: “desde que leo los periódicos árabes, des- cubro sus diferencias con los de lengua francesa (pero argelinos), estos últimos tienen un trasfondo de derechos humanos que no encuentro en los primeros”. Murió después de una larga enfermedad, lejos de Tamanrasset.
Omar con apenas 12 años, venía a menudo a casa para que le reparara su bicicleta. Un día por la calle me insultó llamándome burro, perro. Sin duda alguna alguien le había calentado la cabeza contra nosotros. Durante varios meses, no me quería ver. Aún así, intentaba saludarle. Y luego poco a poco volvió… ¡la bicicleta sigue necesitando ser reparada!

Keltouma es una mujer joven tuareg, profesora de filosofía en el instituto. No la conocía. Un día se puso en contacto conmigo: quería perfeccionar su francés, hablando por teléfono. Lo intentamos. Pero un día vino a verme diciéndome: “ahora te conozco mejor, hemos hablado por teléfono de muchas cosas interesantes, como no lo había hecho nunca. Entonces no comprendo, puesto que no eres tonto, cómo puedes seguir a una religión totalmente errónea (el evangelio fue manipulado por los primeros cristianos, etc…)” Le contesté que si nos enzarzábamos sobre este tema, la relación entre nosotros se iba a ir al traste. Algunos días más tarde me envió un mensaje: “si no reflexionas sobre lo que te he dicho, será mejor que cortemos totalmente la relación”. Le contesté que viniera simplemente a verme. “No, porque voy a llorar” Llorar porque un hombre como yo pudiera estar así en el error. Entonces cortamos la relación que después de varios meses se fue reanudando poco a poco. En la actualidad la relación es sencilla y fraterna entre nosotros.
Para algunos de nosotros el Islam no es una ideología. Son hombres y mujeres que encontramos y también aquellos a los que nos aproximamos y adivinamos sin hablarnos demasiado. Ellos son la razón de la alegría profunda de estar aquí. Como el pueblo de Israel se sintió embarcado en una historia santa hacia un devenir desconocido pero lleno de esperanza, así también nosotros vivimos algo misterioso en este mundo nuestro. Como Jesús vivió este plan de Dios a través de encuentros muy humanos, nosotros tenemos que ser capaces de seguirle por los caminos de nuestra Galilea.

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