“La fragilidad de la que hablas es lo más precioso que pue­des ofrecer”

Cuarenta y ocho años en Cuba, cuarenta y ocho años junto a Enrique… Toda una historia apasionante, nos dice Humberto…

de Humberto (Cuba)


Al cumplir pronto mis 80 años, me pasan muchas cosas por la cabeza y pensé que era una buena oportunidad para compartirlas con ustedes, mucho más porque estoy aquí solo… Enrique está en Francia para visitar a su familia y hacerse un chequeo- médico…
Doy gracias a Dios por lo que he vivido en la Fraternidad: 3 años en St. Gildas y 48 años en Cuba (en el “Paraíso” de Güines y en la “Colorada” de Holguín). Toda una historia apasionante. Eso representa también una larga vida fraterna y común de cada día con Enrique, con el “desafío” que conlleva… En todo eso, tengo que decir que soy feliz de haber podido vivir mi vocación de hermanito en esta Cuba querida y sufrida…
Desde mis primeros votos veo en mí una continuidad, aún con evolución…Ahora sólo trataré de decirles cómo vivo las cosas hoy…
Veo dos cosas principales…. La primera fue uno de los temas que tocamos en nuestra reunión regional de mayo último… ”La contemplación en los caminos”… Cada día, veo más profunda y más unificadora esta intuición de Jacques y Raïssa M.: Se podría expresar esas dos dimensiones inseparables de nuestra vocación de manera más actualizada y más concreta como: “Mi amistad con Jesús en medio de un mundo roto…”
Ese “mundo roto” está un poco en todas partes, en la humanidad actual, pero el que me toca es este de Cuba, de Holguín y sobre todo de mi barrio de la “Colorada”. Va por 30 años que estamos inmersos ahí dentro, en medio de la gente con tantos problemas con sus luchas cotidianas para sobrevivir, con sus sombras y cosas oscuras y también con sus cosas lindas y gentes bellas… Yo me siento parte de este barrio, parte de sus problemas y sufrimientos que pasan por mi corazón, por mis manos, por mi piel y mi cansancio. Parte de sus miserias morales también, pues yo no soy más que un “granito” de amor imperfecto con mis problemas, miserias y luchas personales entre “el bien que quisiera y no hago, y el mal que no quisiera y que hago…” Hasta en eso también me siento solidario…
“La calle” me anima, me sacude y llena mi oración ahí mismo en el terreno y en la capilla. Después de mi jubilación, hace 15 años, me comprometí de lleno en nuestro barrio, junto con algunos y algunas… Ayudamos cuando los ciclones, los problemas de reparaciones de casas, la atención a los discapacitados, a los postrados en cama, los familiares de presos…etc. Y no se traduce sólo en la ayuda material que propicia Caritas, sino en visitas de escucha y acogida, para animarlos, expresarles el cariño y la compasión que quisieran ser los de Jesús. Además hay que tratar de concretar eso con gestos significativos…
Por supuesto que toda esa vivencia, con nuestra gente en la calle, trato de vivirla con Jesús, ofreciendo todo (lo bueno y lo malo), intercediendo, dando gracias, pidiendo perdón…Muchos nos hacen presente el rostro crucificado de Jesús y otros nos hacen presente su rostro glorioso…
En eso llegamos a la otra parte que quisiera compartir con ustedes. Pues en mi vejez me siento todavía con vitalidad, pero no dejo de constatar debilidad, fragilidad y fallos. ¿Cómo a esa edad, vivir eso sin estar aplastado y desilusionado? En eso la fraternidad me ha enseñado “una pequeña vía propia” que me da paz a pesar de todo. Lo vivo más intensamente ahora…
Encontré un texto de Heinz (hermano fallecido hace unos treinta años) que leo de vez en cuando y me ayuda, dice así a un hermano: “La fragilidad de que tú me hablas y ese océano de debilidades y sufrimientos, me parece como el verdadero tesoro que Dios espera que tú le des, todos los días. Es cierto que ese don no elimina las debilidades, ni los sufrimientos, ni un profundo desarraigo en ciertos momentos. Pero lejos de ser un obstáculo para tu vida de hermanito, esta fragilidad es lo que tienes de más precioso a ofrecer, a condición de no soñar ser diferente de lo que eres y no buscar cualquier realización ideal de la vida de hermanito. Quisiera tanto que ames el camino que Dios ha escogido para ti…” ¡Está bueno! ¿no?
Ya es todo…Son esas dos cosas que se han hecho más fuertes en mí, últimamente y que yo quería compartir con ustedes en esa nueva etapa de mi vida en que uno se siente “disminuir” físicamente y se ve todavía con gran fragilidad moral y espiritual. Pero Jesús está conmigo y con nosotros en medio de nuestra gente, en la calle y en la casa también, por supuesto…Se dijo en Aparecida: “Dios vive en nuestro pueblo, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos…” Y es lo que me da ánimo y “fuerza mayor” para seguir viviendo feliz con 80 años.

De todo corazón.

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