Thierry acaba de entrar en una casa para personas mayo- res de su país de origen después de haber vivido en Londres durante 42 años; de ellos 39 dedicados al ‘Arca’ de Jean Vanier en cuyo inicio estuvo implicado, en un contacto cotidiano con personas con diversas discapacidades y viviendo una vida comunitaria mixta, viviendo todo esto como una riqueza que le había ofrecido la vida.
-de Thierry
Aquí me tenéis una vez más con domicilio nuevo. La particularidad de esta mudanza es que normalmente debería ser la última. La próxima puerta a cruzar será la que me hará pasar de este mundo al otro, en el que pienso a menudo. Sí, pienso a menudo en él, con sentimientos diversos, según la conciencia que tengo de mi mediocridad y de mi fe en el extraordinario Amor de Dios.
Dejar Londres no fue para mí un acontecimiento banal. Viví allí 42 años, desarrollando sólidas raíces y muchos lazos de amistad. Varios hermanos vivieron en Lobdres porque durante 25 años fue también sede de la Fraternidad General. Tres hermanos fueron enterrados en esta ciudad: Yvan Ollivier,
Michel Bliard y Ian Latham. Así que, después de cerrar la fraternidad de Leeds, he sido el último hermano en dejar el Reino Unido…
Después del fallecimiento de Ian (2007) me uní a la comunidad del Arca en Londres, con la que colaboré desde su fundación en el año 1977. Pude prepararme un agradable apartamento en el desván de una casa donde vivían otras dos colaboradoras, también miembros del Arca desde hacía un montón de años.
Lo que me motivó a comprometerme con el Arca, fue la constatación de que la mayoría de personas discapacitadas no tienen más lugar en esta tierra, que el que los demás les quieran dejar. No obstante sobre el plan de trabajo, a pesar de no tener ninguna cualificación, siempre pude arreglármelas… Entonces ¿por qué no hacer frente a esta importante cuestión de trabajar en asociación, con las personas discapacitadas? Así fue como preparamos en equipo un taller para diversos tipos de artesanía. Había para tejedores, talleres de velas y de madera, pero mi cometido fue sobre todo el trabajo de la “piedra”, (macetas, vasijas, barandillas y otros objetos decorativos en cemento). Jamás olvidaré la alegría de Nick el día en que pudo fabricar él solo un objeto. Corría por todo el taller: “¡Mira, lo he hecho yo!” Es verdad que hay cierta plenitud en la persona cuando puede realizarse en el trabajo. También intentamos buscar contratos de trabajo fuera del taller.
Recibí muchísimo durante estos años que estuve cercano a estas personas a las que la vida no favoreció. Situaciones de sufrimiento compartido, momentos de alegría intensa, sentimientos de presencia del Reino, sorpresas de generosidad y de coraje, pero también tiempo de cuestionamiento del Misterio de Dios y de su obra creadora… “Señor ¿por qué?”
Estos últimos años sólo trabajé a tiempo parcial; no trabajé en el taller principal, pero sí un poco en todas partes al servicio de la comunidad, trabajos de mantenimiento y de reparación. Una cosa que aprecié mucho fue trabajar en equipo con mi
amigo Bernard. Hacía treinta y cinco años que nos conocíamos… y nos costó mucho separarnos. Bernard, un hombre lleno de iniciativas y de sentido común, no podía hablar pero llegábamos a comprendernos bien.
En otro aspecto, el Arca me dio también la oportunidad de experimentar una vida comunitaria mixta.
Responsabilidades compartidas, no en función de que seamos hombre o mujer, sino según las competencias y disponibilidades. Había también una alternancia de hombres y mujeres para los distintos roles de la comunidad, no de forma sistemática sino más bien según las posibilidades del momento. Una ocasión para constatar que hay muchas diferencias y matices entre la psicología femenina y masculina. Tiene todo su sentido el que hayamos sido creados hombre y mujer porque invita a la humildad, aceptando que ni el hombre solo ni la mujer sola tienen en si la mejor respuesta para vivir una situación determinada. Esto también invita a la colaboración. El vivir de forma mixta o al menos un tipo de relación masculino-femenino es a la vez una riqueza y un desafío donde tampoco faltan las dificultades. Sin duda alguna, hay muchas maneras de vivirla, pero no podemos negar que nuestra naturaleza humana nos invita a no ignorarla.
A mis 81 años llegó el tiempo de pensar en otro modo de vida, antes de convertirme en una carga para los demás o de estar demasiado confuso para poder vivir bien este cambio. Mientras que en otros tiempos partía alegremente, silban- do con las manos en los bolsillos, hoy esto no es así: mi dentadura no me permite silbar, las manos ya no están en los bolsillos sino al acecho de puntos de apoyo para paliar mi falta de equilibrio y por otra parte los bolsillos están llenos de pañuelos para el moquillo de la nariz. También están las gafas, los medicamentos y las notas donde tengo escritas las cosas que no hay que olvidar (papeles que olvido leer en el momento oportuno…)
Me emocioné mucho ante todo lo que me hicieron para despedirme: celebraciones especiales con intervenciones de muchos amigos, varias comidas de adiós, numerosas postales, mensajes y otros signos de cariño. Es verdad, tal y como se recordó en esta ocasión que en esta comunidad del Arca yo era el mayor, el más antiguo, el que había estado allí desde el comienzo; pero tengo que decir que no me esperaba todo esto. Además, como regalo, cada uno aportó de su dinero, ofreciéndome una enorme cantidad, con la idea de que pueda hacer numerosos viajes, permitiéndome así volver de visita a Londres. Sí, me fui con una profunda e intensa emoción.
Aquí estoy ahora en Bruselas, en el centro de la ciudad, en una residencia de mayores. ¿Por qué Bruselas? Porque me acerca a los hermanos de mi región y de la Fraternidad General. Además varios miembros de mi familia viven en Bruselas. Me considero una vez más muy privilegiado. Lo que más aprecio es la calidad de vida que esta comunidad se esfuerza en mantener a través de una atención en los detalles, lo que permite a las personas vivir con dignidad y respeto. Existe también para los residentes (un centenar), la posibilidad de contribuir al funcionamiento de la casa con diversos servicios y también para los que quieran la posibilidad de participar en la liturgia comunitaria: Eucaristía, oficios, y compartir el evangelio.
Hay un evidente contraste con el mundo exterior. Aquí, con mis 81 años, estoy entre los más jóvenes… Mientras que en el exterior hay tendencia al crecimiento, al progreso (¡aunque no siempre en sentido positivo!) aquí la perspectiva es diferente, los proyectos son de otra índole, se intenta parar la regresión. Los agujeros de memoria crecen, la movilidad y la independencia se reducen. A veces se oyen pequeñas frases enigmáticas como: “Había una ambulancia en el patio esta tarde ¿para quién era?…” “La señora X no ha bajado esta mañana…”, “Cinco personas están en el hospital en este momento…”. Sin embargo, se puede decir, que en general la atmósfera no es pesada; para muchos permanece el deseo de vivir plenamente en lo que todavía es posible como persona de pleno derecho y poder celebrar la vida.
Thierry
La tienda de ‘El Arca’ en Londres Thierry Logotipo del Arca en el Reino Unido Thierry ocupándose del correo Hasta la vista Thierry
Un día Jean Vanier hablando con un joven psiquiatra, éste le preguntó: “Según tu opinión ¿qué es lo que caracteriza la madurez humana?” a lo que Jean respondió: “La ternura, porque la ternura es lo opuesto a la violencia. Es una actitud del cuerpo: de los ojos, de las manos e incluso del tono de nuestra voz… En definitiva es reconocer en el otro la belleza y hacérsela descubrir, nada más y nada menos…”