El mayor mercado al aire libre de Europa: Porta Palazzo

Desde hace diez años, la fraternidad de Porta Palazzo se nutría de una vida cotidiana ruidosa y folclórica: el ambiente del mayor mercado al aire libre de Europa, en Turín. Dentro de poco, dejaremos este barrio, por un lado con pena, pero también con alegría porque hemos elaborado juntos un proyecto común para una fraternidad rural en el Valle Varaita a 80 km. de Turín.

de Bruno

Pronto vamos a dejar la fraternidad de Porta Palazzo: el mercado abierto más grande de Europa. Cada día se levantan y desmontan 1.000 puestos de frutas, verduras, ropa y toda clase de zapatos y artículos de hogar: el bullir de una multitud muy ordinaria y claramente perteneciente a la clase de los pobres. Tanto vendedores como compradores encuentran allí mercancías más asequibles que las que se suelen encontrar en las “boutiques” del centro de Turín…
La jornada comienza muy temprano por la mañana, es decir a las cinco. Cada pequeño propietario arrastra su carro, otros se hacen ayudar por una moto de tres ruedas… por una miserable compensación de 50 céntimos o 1€ el viaje. ¡Realmente la crisis financiera mundial agudiza la mente, aunque sea a un nivel muy modesto… para sobrevivir!
Así pues, decenas de carros llegan a la gran plaza de todos lados y comienza una lucha encarnizada para mantener el orden de llegada a la espera de que la policía municipal haga el control de los papeles, los permisos de venta y la asignación de un lugar donde exponer su mercancía.
Imaginad una gran plaza dividida en forma de cruz; en los cuatro lados hay edificios: un mercado cubierto para el pescado, dos edificios para las tiendas de alimentación, otro para los artículos del hogar y finalmente una construcción cubierta en donde los campesinos, que vienen de los alrededores de la ciudad de Turín, exponen sus productos.
Una cooperativa, pagada por la municipalidad, asegura cada día la limpieza de la plaza con desinfectantes de manera que la higiene esté asegurada. Se puede decir que a partir de las 7 de la mañana todo está listo para la afluencia diaria. El mercado está abierto hasta las 14 horas, los sábados hasta las 20h y el domingo no hay mercado.
Hacia las 14h, en el momento en el que se desmontan los carros y antes de empezar la limpieza general hay como un tiempo de parada general. Una multitud de pobres se lanza sobre las basuras para hacer su “compra” gratuita, revolviendo toda la mercancía que se ha dejado de lado y que ha sido rechazada durante la jornada. Entre los “buscadores” hay también un señor de maneras distinguidas, con un bastón en la mano derecha, que no está particularmente interesado en las patatas o en las diferentes frutas, lechugas u otros… Con su bastón se dedica a su búsqueda removiendo la basura aquí o allá interesándose en algunas monedas caídas cerca de los carros de venta… un auténtico Charles Chaplin actualizado ¡Esta es otra manera de buscar de qué vivir!
Se observa una gran diversidad cultural, no solamente por el color de la piel de la gente (vendedores o compradores), sino también por los productos vendidos típicos de Asia, de África o de China… Con un poco de fantasía uno se creería en una ciudad china,… en un mercado africano o en un zoco de cualquier país árabe.
Si habéis llegado hasta aquí leyendo este diario, os pido que cerréis los ojos durante un instante solamente y que os imaginéis y alegréis del estruendo de un ambiente así. Están aquellos que cantan, otros hacen como si pidiesen a la gente que no empujara y que mantuviesen las filas,… ¡cuando no hay nadie!… Del lado derecho se oye más bien el acento marroquí y es un continuo “Shukran” o “Hamdulillah”. En el lado de la ropa, por el contrario, son los chinos los que dominan el mercado y por consiguiente sólo se oye “Glacias” o “pol favol”. Los pocos italianos que aún se mantienen, tranquilizan a la clientela gritando o cantando: “Aquí, no hay mercancía china… todo es de calidad y de “marca italiana”.
Este es el aspecto folklórico y simpático de Porta Palazzo; pero allí donde se reúnen tantas personas, es evidente que toda trasgresión encuentra un terreno fértil, sobre todo el tráfico de droga se muestra abiertamente. Pero lo que me sorprende más es ver el cambio evidente en los rostros de los traficantes o consumidores “habituales”, que de un año a otro desmejoran, se abandonan y se les ve demacrados y delgados,… hasta que gradual- mente desaparecen de la circulación.
En la acera, al lado de la fraternidad, hay chinos o vendedoras africanas que exponen su mercancía en un cesto o en un carrito de supermercado, de donde llegan a sacar todo tipo de mercancías para venderla a los peatones… Finalmente las buenas señoras árabes están siempre presentes con pan fresco y dulces marroquíes, mientras que otras exponen la menta fresca, especias magrebíes o bolsas para las compras de todas las dimensiones. Llegada la tarde, resulta muy agradable pasearse por las callejuelas del barrio e incluso por la gran plaza…, por todos sitios hay una tranquilidad inusual.
Pero, os preguntaréis: ¿y la fraternidad, vosotros… qué hacéis en ese contexto?
Bueno, creo que al haber hablado de este ambiente es como si yo hubiese hablado también de cada uno de nosotros, sobre todo de mí, que jubilado, visito este mercado casi todos los días. Las relaciones de los otros hermanos se tejen sobre todo en el con- texto del trabajo de cada uno, tal vez algún día ellos mismos os lo cuenten. En cuanto a mí, la vitalidad del ambiente del mercado del que os he hablado es el lote de mi vida diaria y ciertamente me marca tanto que gracias a ellos, en parte, yo soy lo que soy hoy día… Una cosa cierta es que al dejar este barrio me llevaré conmigo los miles de rostros y personas que frecuentan nuestra Porta Palazzo durante estos diez años. Siento que su presencia me ha marcado simplemente por su vida sin sofisticación y real, una vida sencilla y pobre pero alegre y exuberante. En efecto creo poder decir que “yo me he dejado evangelizar por todas estas personas” que me han llevado a un mayor realismo de vida y a la convicción de que Dios nos ama tal como somos… Este es el tesoro que yo me llevo después de diez años de vida en Porta Palazzo… y no es poco.
Fraternalmente

Bruno

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