René Voillaume
Al encuentro de Jesús y de sus hermanos
El Padre Voillaume nace en Versalles el 19 de julio de 1905, en el seno de una familia acomodada. Introvertido y poco comunicativo, su infancia será solitaria y con marcada vocación a la lectura. Su clara inclinación por el saber científico, caracterizará los años de su adolescencia y primera juventud, al igual que su religiosidad, alimentada desde niño por una particular devoción a la Eucaristía.
Su vocación al sacerdocio, de la que hay ya signos durante su infancia, se verá confirmada por un hecho misterioso del que es objeto cuando tenía 16 años, y que es juzgado por el mismo Voillaume como una gracia mística. Desde entonces ampliará el tiempo de oración, y su vida de unión con Dios estará especialmente representada por su devoción al Sagrado Corazón y al Smo. Sacramento. Junto a este llamado al sacerdocio, nacía en él una vocación misionera.
Tras las huellas de Carlos
Fraternidad del Abiodh
Centrados en la Regla de 1899, los Hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús, como por entonces se llamaban comenzarán su aventura religiosa en tierra islámica, en medio de un cuadro de vida claramente monástico. La influencia del Carmelo y de la Cartuja fue significativa en esta etapa. En el Seminario habían sido formados en la oración teniendo a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús por maestros, así como a Santa Teresa del Niño Jesús. Y una vez en El-Abiodh, el conocimiento de los «desiertos» carmelitanos no dejaría de tener influencia sobre la decisión de equilibrar la vida comunitaria con períodos de vida eremítica. Esto no impedirá a la Fraternidad guardar una fisonomía original y desarrollarse en su línea propia.
Entre los rasgos más característicos de la identidad propia de los Hermanitos, estaban su esfuerzo de adaptación, y el lugar relevante que el misterio eucarístico ocupaba en sus vidas: estos rasgos característicos de la Fraternidad habrán de explicitarse, durante más de diez años, a través de una forma de vida auténticamente monástica. Las observancias clásicas de la clausura, el silencio y la oración de día y de noche, constituían lo esencial de su testimonio exterior. Las observancias constituían, pues, para ellos, la trama cotidiana de la vida y, sin confundirlas con lo esencial, las consideraban formando el cuerpo en el que lo esencial se encarnaba. Este carácter monástico que había asumido la Fraternidad desde su fundación está vinculado a la concepción que el Padre de Foucauld tenía para su Congregación durante su estancia en Tierra Santa: fue allí donde redactó la llamada Regla de 1899.