René Voillaume

Al encuentro de Jesús y de sus hermanos

El Padre Voillaume nace en Versalles el 19 de julio de 1905, en el seno de una familia acomodada. Introvertido y poco comunicativo, su infancia será solitaria y con marcada vocación a la lectura. Su clara inclinación por el saber científico, caracterizará los años de su adolescencia y primera juventud, al igual que su religiosidad, alimentada desde niño por una particular devoción a la Eucaristía.

Su vocación al sacerdocio, de la que hay ya signos durante su infancia, se verá confirmada por un hecho misterioso del que es objeto cuando tenía 16 años, y que es juzgado por el mismo Voillaume como una gracia mística. Desde entonces ampliará el tiempo de oración, y su vida de unión con Dios estará especialmente representada por su devoción al Sagrado Corazón y al Smo. Sacramento. Junto a este llamado al sacerdocio, nacía en él una vocación misionera.

África ejercía sobre él una particular atracción. Carecía, sin embargo, de claridad, a la hora de decidirse por una Congregación en particular, lo cual hizo que le aconsejaran entrar en el Seminario de San Sulpicio en París, donde podría recibir una adecuada formación teológica y espiritual, en tanto maduraba su decisión. Ingresó pues, en 1923, donde pasó dos años tras lo cual entró como novicio de los Padres Blancos en Argel. Estará, sin embargo, sólo un año con ellos, pues la fragilidad de su salud le impedirá permanecer en África. Volverá, pues, al Seminario, con la esperanza de poder regresar con los Padres Blancos al terminar sus estudios, si su salud lo permitía.

Tras las huellas de Carlos

En el otoño de 1921 aparece un libro de René Bazin sobre Carlos de Foucauld. Su lectura, cuando contaba 16 años, causa en René Voillaume una profunda conmoción. Encuentra en la vida del Hermano Carlos de Jesús un eco providencial a sus aspiraciones a la vez misioneras y contemplativas. Pero sabía que la fragilidad de su salud no hacía pensable la imitación de aquella vida; de allí que entrara en el Seminario, buscando clarificar su vocación. Al ingresar posteriormente con los Padres Blancos, era consciente de que era el único camino por el que podría desembocar, si Dios lo quería, en una vida análoga a la del Hermano Carlos. Estando con los PP. Blancos, recibió una carta de un antiguo compañero seminarista, confiándole su atracción por el ideal de Carlos de Foucauld. A su vuelta al Seminario, conocerá otros con las mismas inquietudes, por lo que formarán un grupo, del que surgiría, años después, la base de la fundación en El-Abiodh (Argelia).
Habiendo conseguido el manuscrito del Padre de Foucauld que contenía la Regla de 1899, comenzaron su estudio con la intención de elaborar, partiendo de ella, un proyecto de fundación. René Voillaume, que había sido elegido para encabezar el grupo, es ordenado sacerdote el 29 de junio de 1929. Después de la preparación lingüística que la empresa requería y de un período donde abundaron los contactos, consultas y exploraciones, tomarán el hábito en la Basílica de Montmartre (8-9-33) y se instalarán en el pequeño oasis de El-Abiodh-Sidi-Cheikh, situado en el Sahara. Eran cinco sacerdotes: René Voillaume, Marcel Bouchet, Marc Guerin, Guy Champenois y Georges Gorrée. Todos, compañeros de Seminario.

Fraternidad del Abiodh

Centrados en la Regla de 1899, los Hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús, como por entonces se llamaban comenzarán su aventura religiosa en tierra islámica, en medio de un cuadro de vida claramente monástico. La influencia del Carmelo y de la Cartuja fue significativa en esta etapa. En el Seminario habían sido formados en la oración teniendo a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús por maestros, así como a Santa Teresa del Niño Jesús. Y una vez en El-Abiodh, el conocimiento de los «desiertos» carmelitanos no dejaría de tener influencia sobre la decisión de equilibrar la vida comunitaria con períodos de vida eremítica. Esto no impedirá a la Fraternidad guardar una fisonomía original y desarrollarse en su línea propia.

Entre los rasgos más característicos de la identidad propia de los Hermanitos, estaban su esfuerzo de adaptación, y el lugar relevante que el misterio eucarístico ocupaba en sus vidas: estos rasgos característicos de la Fraternidad habrán de explicitarse, durante más de diez años, a través de una forma de vida auténticamente monástica. Las observancias clásicas de la clausura, el silencio y la oración de día y de noche, constituían lo esencial de su testimonio exterior. Las observancias constituían, pues, para ellos, la trama cotidiana de la vida y, sin confundirlas con lo esencial, las consideraban formando el cuerpo en el que lo esencial se encarnaba. Este carácter monástico que había asumido la Fraternidad desde su fundación está vinculado a la concepción que el Padre de Foucauld tenía para su Congregación durante su estancia en Tierra Santa: fue allí donde redactó la llamada Regla de 1899.