Guerra, dispersión y expansión

la identidad de la Fraternidad se profundiza

La llegada de la Segunda Guerra Mundial habrá de modificar la vida de la Fraternidad, al ser movilizados la mayor parte de los hermanitos. Un par de ellos quedará, sin embargo, en El-Abiodh, posibilitando el regreso periódico del resto; pero aun así, la vida de la comunidad entrará en un paréntesis que habrá de prolongarse hasta el final de la guerra. René Voillaume había sido destinado a Orán y luego a Touggourt como personal militar no combatiente. Esto lo mantendrá alejado durante varios años del gobierno físico de la comunidad de El-Abiodh. Se abre así un período en el que distintas circunstancias y hechos providenciales llevarán a la Fraternidad a una transformación hasta entonces imprevista.
Cabe comenzar recordando que la Regla de 1899, a partir de la cual se proyectó la fundación, había sido en muchos aspectos modificada, en razón de haber sido considerada por algunos superiores de San Sulpicio como impracticable y «escrita no para hombres sino para ángeles». Esto hizo que, exceptuando al grupo fundador, el resto de los hermanitos no tuviera un conocimiento directo de ella; es más, se evitó expresamente que llegara a manos de los más jóvenes, para preservarlos de engañosas ilusiones. Así fue como, tras la lectura de dicha regla por parte de los hermanitos que habían permanecido en El-Abiodh, le plantearan éstos a Voillaume, en mayo de 1943, la exigencia de volver a una más perfecta observancia de la misma, a fin de seguir con mayor fidelidad al Hermano Carlos.
Esto suponía, fundamentalmente: una vida de mayor pobreza y austeridad, un cumplimiento más estricto de la clausura y del silencio, dar más importancia al trabajo, y alcanzar una mayor simplicidad en el trato. La irreductibilidad con que se presentó inicialmente el planteamiento fue superada en virtud del espíritu abierto y paciente del P. Voillaume, así como por la intervención del Prefecto Apostólico del Sahara. De este modo, las observancias señaladas encontrarán eco y sintonía en René Voillaume y, mientras la vida en El-Abiodh iba evolucionando en tal sentido, él se retirará en junio de 1944 a una ermita comenzando un trabajo de investigación, a fin de compenetrarse mejor con el espíritu del Hno. Carlos. Esto, que habrá de llevarle un año entero, supuso la lectura de los escritos del P. de Foucauld, un intercambio de opiniones con los hermanitos, y tiempo de reflexión en la oración. A partir de ese momento ya no se busca definir la vocación y misión de los Hermanitos por referencia a la sola Regla de 1899 (que no representaba el pensamiento del Hno. Carlos sino parcialmente y, en más de un aspecto, de modo germinal), sino a partir del conjunto de su vida y de sus escritos, lo cual aseguraba una mayor fidelidad a la integridad de su mensaje.
Parece oportuno destacar el decisivo papel que jugara uno de los hermanitos que permaneció en El-Abiodh durante la guerra, quien, contagiado del radicalismo evangélico del padre de Foucauld, impulsará la transformación de la Fraternidad en dirección a una mayor pureza de ideal: el hermano Milad. Nombrado poco después maestro de novicios, él será el formador de los hermanitos durante los años de mayor afluencia de vocaciones. Es preciso, pues, destacar su figura, tanto por la importancia de su participación en el período que acabamos de narrar –verdaderamente determinante para la futura orientación de la Fraternidad–, como por lo que significó como formador. Se cierra así la crisis desencadenada en 1943, de la que la Fraternidad, profundizando su ideal, sale más firmemente enraizada en el espíritu del Padre de Foucauld. Lo que había faltado, según Voillaume, era «una presencia suficiente del alma y del espíritu del Padre de Foucauld –un cierto sentido de la pobreza y del trabajo–, una profundización mayor del misterio de la vida oculta de Nazaret».

La misión de la Fraternidad se dilata

Si los años de guerra resultaron una ocasión providencial para que la Fraternidad se afirmara en su espíritu propio, el tiempo inmediatamente posterior no habrá de ser menos importante en orden a revelar su futura orientación.

Poco después de acabada la guerra, el P. Voillaume emprenderá un viaje a Francia y otro a Roma resultando ambos decisivos para el futuro de la Fraternidad. Antes de ir a Francia en 1945, Voillaume conocerá en Argel a militantes obreros cristianos. Como consecuencia de ese encuentro, comienzan a entrever la posibilidad de estar presentes en el mundo obrero.

El posterior viaje a Francia y los contactos que allí tendrá, confirmarán a Voillaume en esta idea, que anuncia a los hermanos a su vuelta a El-Abiodh. De este modo, las nuevas Constituciones, redactadas por entonces y aprobadas en 1947, considerarán como destinatarios de la misión de la Fraternidad no sólo el Islam sino toda tierra de misión, en la que incluían al mundo obrero, en razón de su descristianización.

También se subraya la importancia del trabajo, aunque no se contemplara aún la posibilidad del trabajo asalariado en el exterior: también la fraternidad obrera se la concebía por entonces como monástica, aunque inserta en el medio obrero y en intercambio de relaciones y adaptación al mismo.

Entre las personas que Voillaume encontró en Francia y que habrían de confirmarlo en el proyecto de las fraternidades obreras, es preciso destacar a la Hermanita Magdeleine de Jésus, fundadora de las Hermanitas de Jesús, con quien ya por entonces tenía una importante relación. Hubo siempre entre ellos una profunda comunión en la manera de concebir el ideal de las Fraternidades, y no es fácil delimitar las respectivas influencias, que fueron recíprocas. Lo más relevante dentro de este período fue, sin duda, el viaje que el P. Voillaume hizo con Fr. André entre abril y junio de ese año. El principal cometido del mismo era organizar una fraternidad de estudios en Roma. Frère André acompañaba al P. Voillaume para aconsejarlo en esto y para reencontrarse en Roma con su amigo Jacques Maritain –por entonces embajador de su país ante la Santa Sede–, a quien no veía desde hacía trece años. Milad quedaba, mientras tanto, como responsable en El-Abiodh.

El primer hecho destacable es el encuentro que tienen en Argel, antes de cruzar hacia Europa, con dirigentes de la J.O.C. De lo conversado con ellos surge la posibilidad de una fraternidad obrera con trabajo en el exterior, pues los jocistas objetan el proyecto de un trabajo artesanal independiente, en orden a evitar el riesgo capitalista de otras órdenes o congregaciones religiosas. Así nace, pues, unido al deseo de una pobreza real y efectiva, la idea del trabajo asalariado en el exterior de la fraternidad. Pero es necesario tener en cuenta aquí que en ningún momento había sido puesta en duda la naturaleza contemplativa de la vocación de las Fraternidades.

En Roma fueron numerosos los encuentros con los Maritain con los que se creó un vínculo particular. Hubo un total acuerdo entre ellos respecto de la posibilidad y la importancia de una vida contemplativa en el mundo. Resumiendo, consideramos que sería superficial reducir a una sola causa lo que en la acción providente de Dios tuvo un curso manifiestamente más complejo. No podríamos prescindir del contexto histórico-pastoral de la Iglesia en Francia durante aquellos años: la preocupación misionera por evangelizar el mundo obrero como tema dominante.

Finalmente, cabe señalar que a comienzos de 1947 aparecerá el primer libro del P. Voillaume: Les Fraternités du Père de Foucauld. Mission et esprit.

La hora de la expansión

El amor y la imitación de Jesús de Nazaret inspiraron y animaron siempre el andar del padre de Foucauld en la realización de su vocación. Fue esto lo que lo condujo a la Trapa, y esto mismo lo que lo hizo salir de ella para avanzar solo, por caminos singulares, no por deseo de singularidad sino por fidelidad a un llamado, de hecho, le obligaría a innovar. Guardando todas las proporciones, ocurrirá otro tanto con la Fraternidad cuando, después de haber hecho de un modo monástico sus primeros pasos en la vida de Nazaret, comenzará la fundación de fraternidades con un cuadro de vida diverso al que hasta entonces le había sido característico.

En mayo de 1946 se funda en Aix-en-Provence la primera fraternidad obrera. Voillaume formará parte del grupo, trabajando de pintor, y si bien las responsabilidades del priorato no le permitirán permanecer demasiado tiempo en ello, deseaba participar personalmente en la nueva experiencia que comenzaban a vivir los hermanitos.

A partir de aquí se abre un período particularmente fecundo para la Fraternidad. En tanto se iba consolidando y confirmando en su nueva orientación, la abundancia de vocaciones y la consecuente multiplicación y dispersión de las fraternidades caracterizarán los años siguientes.

Es durante esos mismos años cuando el P. Voillaume escribirá las cartas y conferencias que en 1949 serán policopiadas y al año siguiente publicadas bajo el título En el corazón de las masas. En estos escritos del prior de los Hermanitos de Jesús, se hallará la base de la espiritualidad futura de las Fraternidades. El libro conocerá más de una docena de traducciones y numerosas reediciones, manifestando así que su interés superaba ampliamente los límites de las Fraternidades.

Por aquella misma época aparecen las nuevas Constituciones de los Hermanitos de Jesús (1951), donde se expresa en su nueva fisonomía la identidad de las Fraternidades:

«Los Hermanitos de Jesús imitan, ante todo, la vida laboriosa de Jesús obrero en Nazaret, llevando a cabo en la pobreza una vida de trabajo, en contacto íntimo con los hombres, mezclados con ellos como la levadura en la masa, a fin de contribuir por el testimonio de sus vidas más que por sus palabras, a hacer conocer y amar a Jesús, Hijo de Dios, y a establecer entre los hombres, por encima de todas las divisiones de clases, razas y naciones, la unidad fraternal del amor del Salvador» (art. 3)

Ante este hecho de la multiplicación de las fraternidades, y, sea para visitarlas o para preparar nuevas fundaciones, el padre Voillaume se verá obligado a viajar constantemente y por todos los continentes, utilizando con frecuencia la vía epistolar para seguir en contacto con los hermanitos.

Como fruto de este período aparecerán sus Cartas a las Fraternidades. El primer volumen –Testigos silenciosos de la amistad divina– El segundo –A causa de Jesús y del Evangelio–, El tercero –Por los caminos del mundo–, Si bien durante estos años serán publicados numerosos artículos suyos en medios diversos, lo contenido en estas cartas viene a continuar y a completar, desde el contacto con la experiencia de las fraternidades, lo que Voillaume expusiera en En el corazón de las masas. De aquí que constituyan la expresión medular de su pensamiento en estos años. Surgirán también, en aquel tiempo, otros grupos que se inspiran de la espiritualidad del Hermano Carlos.

La palabra del P. Voillaume será requerida por unos y otros, así como por las Hermanitas de Jesús. Esto hizo que la transmisión del mensaje del Padre de Foucauld por parte de René Voillaume, fuera trascendiendo progresivamente las fronteras de su Congregación. Por otra parte, en 1956, permaneciendo Voillaume como prior de los Hermanitos de Jesús, fundará los Hermanitos del Evangelio. En 1965 el padre Voillaume dimitirá como prior de los Hermanitos de Jesús –cargo que ejercía desde la fundación, en 1933–, para poder dedicarse con mayor libertad a las Congregaciones más jóvenes.

Fallecerá en Cépie (Francia) el 13 de mayo de 2003.