Por razones de seguridad, cada vez es más difícil el conseguir un visado para viajar al sur de Argelia. Giang tuvo todavía la suerte de poder ir, pero no más de tres meses… Se recuperó con estancias en España y en la India
de Giang
Queridos hermanos: Gracias al amor fraterno de los hermanos y hermanas del mundo. Durante mi año sabático he podido visitar fraternidades en África del Norte, España, India, la Fraternidad general. Quiero expresar mi gratitud a las hermanitas de Camboya y a los hermanos mayores de Asia o Francia. Gracias a todos aquellos que he encontrado durante este año.
Ahora que estoy de regreso en Japón, tengo un corazón nuevo y fuerzas nuevas, los cabellos más largos y más blancos, un poco más delgado y ¡un bigote!.
Pasé tres meses en Argelia, sobre todo en el Assekrem, 3 meses en Farlete (España) y 4 meses en la India. Quiero compartir un poco de lo que ha sucedido durante este año y agradecer a todos los hermanos que me acogieron y apoyaron tanto física como espiritualmente. No me ha sucedido nada extraordinario más allá del silencio profundo y los encuentros con los hermanos mayores.
Cuando llegué al Assekrem, me impresionaron los asnos sal- vajes. Viven tranquilos en medio de las piedras y bajo el sol brillante, pero siempre están atentos a lo que hay alrededor de ellos, ponen sus orejas tiesas como si fueran antenas. Eso me produjo el deseo de escuchar desde el comienzo de mi estancia en el desierto. Pero ¿qué escuchar? ¿El viento violento que sopla por encima de las rocas o los gritos de los asnos en el calor del mediodía? ¿O bien el canto de los pájaros al salir el sol o por la tarde al anochecer? También pude escuchar la tranquilidad de la noche bajo el cielo sembrado de estrellas brillantes… o el silencio que me hacía escuchar incluso los latidos de mi corazón cuando meditaba.
Me impresionaron los asnos salvajes…
Sí, escucho el silencio. Y en la profundidad del silencio, comprendo que soy amado y que somos uno al igual que Dios es Uno. Cuando nos amamos profundamente unos a otros sabemos bien que el amor no tiene necesidad de muchas palabras: el silencio mantiene la conciencia de la presencia de uno en el otro. Este es un don de Dios que me guía hacia una relación íntima con Él y la creación.
Sí, escucho el silencio
En la profundidad del silencio, tengo la experiencia de la presencia de Dios, el más Grande y de la presencia de mí mismo, pequeño como una mota de polvo, “Dios lo es todo, yo no soy nada”. Sí, es cierto, lo que dijo el hermano Carlos… En la profundidad del silencio, la adoración y la oración, puedo releer mi vida en la que el amor gratuito de Dios me toca más fuerte que nunca:
Como es la ternura de un Padre por su hijo, Tierno es Dios con aquellos que le temen. Él sabe de qué estamos hechos,
Recuerda que somos polvo (Sal 103)
Tengo aún un buen recuerdo, veo a Édouard caminando en- corvado por el fuerte viento que sopla en el desierto, para ir hacia la gran capilla del Hermano Carlos en la que celebra, cada mañana, la Eucaristía.
Otro regalo recibido durante mi año sabático, ha sido el encuentro con los hermanos ancianos cuya vida testimonia, con fuerza, que “Dios es Amor”. Doy gracias a Dios diciéndoles a mis hermanos que soy feliz con mi vida gracias a las suyas.
Todos estos encuentros me hacen reforzar mi deseo de unidad entre nosotros y también de permanecer, sin mentira, en mi fidelidad a Dios, a la fraternidad y a toda la gran familia humana. En una palabra, tengo deseos de decir “fiel en el amor”, es decir querer ser fiel a la presencia de Dios, aunque camine en la oscuridad y no llegue a conquistar mi corazón. Esta fidelidad es también hacia mí mismo tal como soy (Sal 139)
Para concluir, el año de desierto me ha dado un corazón nuevo… que os quiero transmitir con alegría: “Os amo más que ayer”. ¡Gracias!
“Jesús se retiraba a menudo a un lugar solitario, lejos de la multitud, para permanecer en privado con su Padre. Siguiendo su ejemplo, los hermanos toman regularmente tiempos de retiro que son para ellos una forma irremplazable de profundizar en su unión con Dios.” (C 62, I)
“La alternancia entre retiros en silencio y los momentos de vida en medio de los hombres, son una prueba de su amor por Dios y por el prójimo y con ello se fortalece su unidad profunda” (C 62, III)
Constituciones de los Hermanos de Jesús