Fue Nino, del que se habla al comienzo de este tex- to, el que inició la fraternidad de Roma en 1972. Lorenzo y Silvio se instalaron en un barrio vecino en 1983. Durante muchos años vivieron cercanos unos de otros, visitándose regularmente… Ahora Nino vive en una residencia para mayores
de Lorenzo
Hace mucho tiempo que no compartimos noticias desde Roma. ¿Será porque la vida sigue su curso sin grandes novedades?. De ser así, cuando hay algo nuevo, aprovechamos para hacer el esfuerzo de escribir algunas líneas.
Lo que es nuevo para nuestra fraternidad es la situación de Nino, que vive ahora en una casa especializada en personas que ya no son autónomas.
Está en una habitación de tres. La casa “Villa Nina”, es un instituto reconocido por el Servicio Sanitario Nacional. Es decir que los “clientes” de esta casa son gente que tienen salarios reducidos, una pensión pequeña.
Así son los vecinos de la habitación de Nino: Con el que tiene más cerca hay una relación sencilla y muy verdadera en la que se transparenta una especie de complicidad y signos de amistad. Hay una continuidad con lo que nuestro hermano siempre quiso vivir en el trabajo y en su barrio.
Algunas personas (menos mal que no eran de su familia) esperaban que eligiéramos para Nino otro tipo de casa algo mejor, de hecho no ha sido tan fácil entrar en esta residencia. Ha hecho falta toda la amistad y la competencia de una amiga para que un religioso (¿cómo esconder ese hecho?) sea integrado en una estructura así. Los religiosos ¿no tienen casas y posibilidades? Pero sabemos que Nino quería un lugar así, donde él encontrase la paz. Nunca podremos agradecer lo bastante lo que han conseguido todos aquellos y aquellas que han hecho todo lo posible para que Nino pueda seguir viviendo como lo que había elegido. Así él sigue siendo “Nino” o “Patané”, camarero jubilado. Y así está bien.
La casa está a las afueras de la ciudad. Por un lado de la carretera no se ve sino un muro largo y alto: es de un monasterio, del otro lado casas de la periferia y la residencia donde Nino vive con sus compañeros de ruta. Sin quitarle nada a todo el valor y la belleza de nuestros hermanos monjes, creo que el camino abierto por nuestros primeros hermanos cuando salieron del monasterio en El Abiodh (Argelia) prosigue, se profundiza y revela cada vez más – sin esconder sus dificultades y sus limitaciones – su belleza, bondad y originalidad.
Silvio y yo seguimos también en ese camino. Desde hace varias décadas pertenecemos al mundo de los obreros de la limpieza, nuestra vida no cambia mucho ni su ritmo ni su entorno. Durante los días de trabajo nos reunimos por la noche cuando llega Silvio, cenamos y tenemos un pequeño momento de oración.
Solemos decir que la vida de dos hermanos juntos no es fácil, no seremos nosotros los que desmintamos ese dicho. Sin decir que haya que buscar las dificultades por ellas mismas, creo que nuestro tipo de vida que quiere ser solidaria con la gente sencilla no tiene por qué huir de ese marco de vida. ¿No es esa la suerte de una enorme cantidad de gente?. Veo en las dificultades que tenemos entre nosotros dos una ocasión para no escapar de una solidaridad real con nuestros compañeros de ruta. Es decir, no vivir en un mundo artificial que acepta que somos seres humanos.
Para vivir así cada uno de nosotros utiliza sus propios instrumentos. Silvio se fía mucho – entre otras cosas – del psicoanálisis. Yo, incluso aceptando que me ha ayudado a acercarme a la realidad, no entro en su lógica. Es decir, aunque tenemos caminos diferentes, no por eso dejamos de avanzar juntos. Si seguimos por este camino, que no es un paseo tranquilo, es porque sigue siendo verdad que cada ser humano tiene inmensos recursos hay que creer y atreverse a beber de ellos. El trabajo en el caminar sigue siendo posible y la esperanza ofrecida por Aquél que nos ha puesto en camino no está dispuesta a agotarse.
No os enseño nada nuevo al escribiros que la situación económica actual es catastrófica. El desempleo es muy alto sobre todo para los más jóvenes, las mujeres y los habitantes del sur del país. La pobreza avanza cada vez más por algunos sectores de la población. Cosas así deberían provocar reacciones a nivel sindical, pero la realidad es que no pasa nada. Nuestros camaradas (y nosotros mismos) están decepcionados por la falta de propuestas que aporten soluciones, acciones o análisis que nos hicieran tener confianza en el futuro del trabajo. Todo el dinamismo del pasado ha desaparecido debido a una homologación del pensamiento que ha sido aplastado por el ultra-liberalismo actual. ¿Hasta cuándo?
Menos mal que las ideas alternativas existen e incluso algunas experiencias les dan cuerpo. Pero con nuestros camaradas, en nuestros puestos de trabajo, se hace el vacío. No es fácil vivir esto, pero tampoco esto quita nada al sentido de la solidaridad que nos une a ellos.
Esta es una imagen rápida de los caminos sobre los que caminamos tanto Nino como Silvio y yo.
“Buen camino” a cada uno… Con la alegría de saber que nuestros caminos son también los vuestros… ¡y recíprocamente!
Lorenzo