De Bien (Vietnam)
Os escribo para contaros sobre mi vida en la fraternidad de Saigón. Vivo aquí desde hace casi tres años, después de haber estado antes en la fraternidad de My Tho. Quizás os preguntaréis por qué he esperado tanto para escribir sobre mi vida aquí… Dejar My Tho para ir a Saigón, fue para mí un momento decisivo después de haber vivido allí más de 20 años. Todo cambió en su totalidad. Al principio no supe cómo vivirlo. Solamente sabía que iba a vivir con dos hermanos de origen europeo, los más mayores actualmente presentes en Vietnam: Yêng (Yves) de 91 años y Thach (Pierre) que tiene 84. Yo tampoco soy joven, tengo 68 años. Ciertamente es una aventura. Algunos hermanos me propusieron que continuara haciendo velas para ganarme la vida, como hice en My Tho. Pero no estoy de acuerdo. No es realista. No puedo continuar viviendo en Saigón la vida que llevé en My Tho. Debo vivir aquí una nueva etapa.
Todavía no estaba instalado en Saigón, cuando los hermanos me pidieron que acompañara a Danh durante sus estudios de teología. Fue mi segunda sorpresa, un trabajo para el que no estaba de antemano mentalmente preparado… Danh está en su tercer año, el último en la escuela de La Salle (hermanos de las Escuelas Cristianas).
A veces tuve la impresión de que era yo quien aprendía teología y no Danh. Soy un apasionado de los estudios. Para mí, fue una ocasión para hacer una síntesis de lo que ya había leído, de lo que personalmente aprendí y experimenté en el difícil contexto de los años 70-90 bajo el régimen comunista. Soy el estudiante mayor de la clase, mayor incluso que algún profesor. Una profesora de bioética a menudo me toma el pelo llamándome “patriarca”. En realidad, debía arreglármelas para reunirme con Danh dos veces al mes, escucharle y compartir sobre los temas que estudiaba. Normalmente no retomábamos al detalle lo que el profesor enseñaba.
Resumíamos, subrayando las grandes líneas y señalando los puntos importantes. Cuanto más simplificábamos, mejor (la verdad es siempre simple). El objetivo era llegar a adquirir, con sensatez, un buen sentido común sobre los temas relacionados con la teología.
Personalmente, asisto también a cursos de griego antiguo para la lectura del Nuevo Testamento. Para mí estudiar griego está unido a esta lectura. Hay matices que el francés, el latín, el inglés, el vietnamita no pueden traducir. Conociendo el griego, la lectura del Nuevo Testamento es diferente, más viva y profunda, puede ser comprendida desde el corazón. Esto me ayuda mucho en mi oración y en mi vida de fe. Verdaderamente me entusiasma.
Estudio el griego desde hace casi dos años. Sigo un nuevo método con un profesor que es un buen exégeta, ya empiezo a leer directamente el Nuevo Testamento en griego. El griego no es fácil de aprender, pero cuando se apasiona uno, se aprende rápido.
Como ya he dicho al principio, pensaba sencillamente ir a Saigón para vivir con los dos hermanos mayores, cada día ir al mercado, cocinar para ellos, a veces llevarlos al médico, celebrar la misa en la fraternidad… pero en realidad nunca es tan sencillo. Poco a poco, a través de numerosas dificultades en la relación fraterna, he aprendido que era necesario ir un poco más lejos en todo esto: mis hermanos tienen necesidad de alguien que les acompañe y yo me he dado cuenta que su presencia es muy valiosa para mí, aunque la relación con ellos no sea siempre fácil ni estupenda. Esto me exige saber escuchar, caminar a su ritmo, ponerme en su lugar, aceptarlos como son. Esto nunca es fácil ya que tengo un temperamento fuerte. Solo la oración me puede ayudar a aceptarlos como son y a amarlos de verdad. En cualquier caso, así es como he orientado mi vida aquí. Vivir con mis dos hermanos mayores y en particular su presencia me ayuda mucho y esto transforma cada día mi vida interior.
Hay un elemento inesperado y muy agradable para mí: En la escuela de La Salle mantengo relaciones buenas y amistosas con muchos estudiantes. Algunos después de su graduación han querido seguir manteniendo contacto conmigo a través de Skype, para poder dialogar y compartir sobre sus vidas. Poco a poco me doy cuenta de que es una forma de acompañamiento. Necesitan de alguien en quien confiar: que les escuche y al que le puedan contar todo lo que les preocupa en su corazón. Cada vez que hablamos así, por Skype, lo hacemos en un ambiente de oración, en una relación triangular entre dos personas con Dios y no solamente entre dos personas.
Estos intercambios me ayudan mucho. Todo lo que les conmueve, también me conmueve a mí profundamente.
Todo esto pasa con sencillez y en un ambiente de verdadera amistad.
En resumen, aunque he hablado de tres clases de acompañamientos diferentes: con los hermanos mayores, con el hermano estudiante y con amigos. Los tres piden escucha y oración.