JORGE (31 años) vive en CHILE, en un barrio popular de Santiago. Antes de pronunciar sus primeros votos, expresa a los hermanos lo que ha descubierto y lo que desea vivir.
Nos llaman vecinos, amigos, hermanos, compañeros, y ésta es nuestra vocación. Cuando el pobre se siente a gusto con nosotros, cuando se puede reír de nuestras opiniones en nuestra presencia, cuando después de un tiempo, algunos nos dan las gracias y otros te preguntan: “y por qué vivís así?”… es entonces cuando vivimos Nazaret.
Cuando encontramos un hermano por primera vez y nos sentimos identificados, y el presente es lo que más nos preocupa; cuando al inicio o al fin de la jornada nos encontramos ante el Señor; cuando nos encontramos para comer después de que uno de nosotros, porque regresó primero o trajo algo, se puso a cocinar; cuando nuestro tema de conversación es lo que les pasa a nuestros vecinos y compañeros de trabajo, o sobre la última injusticia; cuando nos reunimos para revisar nuestra vida y llegamos a hablar del amor de Dios por cada uno, y de la forma en que crece el Reino; cuando sentimos la necesidad de atraer la atención o de pedir perdón; cuando vivimos de forma intensa la espera de su venida, es entonces cuando hacemos fraternidad.
Cuando un hermano está agotado al final de la jornada; cuando siente su impotencia ante la realidad; cuando llora y maldice la injusticia; cuando se nos rechaza por haber dicho la verdad; cuando se nos persigue porque seamos vecinos con los pobres; cuando marchamos en la gran manifestación; cuando reclamamos de una manera o de otra los derechos de todos; cuando pasamos un largo momento escuchando el calvario de una vecina; cuando velamos al lado de un muerto que no deja a los otros más que deudas; cuando nuestra mano derecha no sabe lo que hace la izquierda; cuando somos amigos del ladrón, de la prostituta, del que se emborracha; cuando se nos mira como locos, idiotas o santos, es entonces cuando somos solidarios con los pobres.
Es esto y mucho más lo que he podido vivir en las fraternidades de las Hermanitas y de los Hermanos, y es esto lo que intento vivir, a pesar de que a veces me sienta tentado, o de vivir más solo para ser más pobre, o de casarme, para ser más casto, o de vivir en una organización para ser más obediente… entonces veo a mis hermanos vivir y les pido consejo, y Dios me habla en ellos y hasta ahora me aceptan en la Fraternidad.
Creo en Dios Padre misericordioso, creo en la iglesia, creo en Jesús al que debemos seguir en su encarnación, de la anunciación a la ascensión como dice el hermano Carlos, creo en el Espíritu Santo que viene en ayuda a nuestro espíritu, creo que Dios elige a los pobres y toma sobre Él la causa de su Liberación (hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo), creo que Dios nos llama, a cada uno de nosotros a realizar una misión única, aunque seamos el más pequeño de los hombres o la estrella más alejada, creo que María intercede por sus hijos porque ve en nosotros el rostro de Jesús, creo que la única ley a cumplir es: Amar.
Pero no es suficiente con creer, hay que poner en práctica, y en la Fraternidad he podido poner en práctica con la gracia de Dios, y es eso lo que deseo decir públicamente pronto: “Sí, Señor… en la Fraternidad”.