QUIQUE desde Farlete (Zaragoza) nos cuenta cómo vive las consecuencias de una situación laboral cada vez más precaria.
España
Llevo tres años trabajando en la repoblación forestal, y en todo aquello que tiene alguna relación con el monte. Mis compañeros de trabajo son, en su mayoría, gente del campo que con esta actividad pueden hacer frente a su más o menos precaria economía (aunque no siempre es precaria).
Los primeros meses fueron para mí una especie de tortura. Yo no estaba acostumbrado a un trabajo tan duro, donde la fuerza física y la resistencia están diariamente a prueba. Me dolían los riñones y me sentía al final de la jornada completamente agotado, hasta el punto que más de una vez tuve que irme a dormir nada más llegar a casa. Al esfuerzo físico se sumaban las inclemencias del tiempo –ahora frío, ahora calor, ahora viento, ahora lluvia…- Yo me encontraba en desigualdad de condiciones ya que mis compañeros son gente acostumbrada a los trabajos duros. Lo peor de todo es que no podía plantar menos pinos que los demás, ya que eso era (y sigue siendo) un pasaporte a casa. El haber sabido aguantar me hizo ganar la confianza de mis compañeros y la del jefe. Hoy después de tres años, sigo en la misma empresa y aguantando como puedo. Físicamente me encuentro más fuerte y mejor preparado.
Este trabajo, debido a las distancias, nos obliga a desplazarnos continuamente y no pocas veces a muchos kilómetros de casa, lo que da lugar a tener que pasar los días laborables en fondas y a dormir fuera de la fraternidad.
Desde esta experiencia de trabajo, hay varios aspectos que me gustaría compartir con todos vosotros. Uno de estos aspectos es el que llamamos solidaridad. La solidaridad es un aspecto más o menos fácil de ver desde nuestra perspectiva de renuncia a… para ser uno más en el mundo obrero y caminar juntos hacia… pero, ¿es así también entre compañeros? Cuando uno ve que los compañeros se pican unos a otros para ser mejor vistos por el encargado; cuando los fuertes se ríen de los débiles; cuando el más agudo se ríe del más ingenuo; cuando el chivato de turno no hace más que vigilarte… uno se pregunta qué es lo que está pasando con la solidaridad…
España es un país con una alta tasa de paro; por eso ha creado un clima de miedo y de inseguridad, de saberse sin trabajo y sin el bienestar al que se está acostumbrado. Esa situación ha llevado a crear en ciertos círculos una dependencia casi total a la voluntad del jefe, que muchas veces hace oídos sordos a los derechos del trabajador. Yo sé que si quiero seguir en esta empresa, tengo que asumir el trabajar más horas sin cobrarlas; si tiene que pagarnos la comida y el alojamiento, por estar muy lejos de casa, nos hace trabajar una hora más al día. Si no lo hacemos, ya sabemos la respuesta… Cuando pienso en tantos obreros que han dado su vida por una sociedad del trabajo más justa, me pregunto qué dirían si levantaran la cabeza.
Hablamos también mucho entre compañeros sobre la situación política y social actual; sentimos el problema pero hay una especie de indiferencia y de no querer tomar conciencia de lo que se va cociendo en el país. El hombre de campo, aquí en Aragón, está acostumbrado a que sean los estamentos oficiales los que les solucionen los problemas. Dan su voto, pero no hacen oír su voz. Se quejan de todos, y para ellos todo va mal, pero las quejas no pasan de la casa o del bar. Para mí sería fácil el participar con otros grupos o el luchar de forma particular sin contar con los compañeros, pero eso no sería un camino común de liberación y de conciencia social… Tengo que seguir caminando con ellos, compartiendo con ellos y sintiendo con ellos… luego se verá. También yo muchas veces siento miedo e inseguridad ante esta crisis que nos azota; y eso que tengo mi comunidad, comunidad que me apoya y respeta en mis decisiones y que me da cierta seguridad. Pero sé que no debo aprovecharme de ese privilegio.
De todas maneras siempre hay micro-signos entre compañeros que tienen todo su valor. Hay compañeros que se vuelcan por ayudar a aquellos menos rápidos o menos fuertes en el trabajo. Nos animamos unos a otros y procuramos aprovechar el tiempo del almuerzo para hablar, reírnos y compartir un trago. Hay también entre nosotros un marroquí que ha sido bien acogido en el grupo y que parece contento entre nosotros. Ya veis pues, siempre hay pequeños signos de esperanza que son los que hacen que la vida sea más llevadera.
A pesar de la dureza, de los horarios y de los desplazamientos me encuentro a gusto con este trabajo y con los compañeros. Sé que cuento además con la comprensión y la ayuda de mis hermanos; ellos me ayudan a vivir todo esto desde la Fe y la vida cotidiana.